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Reseña de El jilguero, de Donna Tartt

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El jilguero

Al acercarnos a El jilguero, vamos enfocando una habitación de hotel en Amsterdam. Theo Decker lleva más de una semana encerrado entre esas cuatro paredes, fumando sin parar, bebiendo vodka y masticando miedo. Es un hombre joven, pero su historia es larga y ni él sabe bien por qué ha llegado hasta aquí. ¿Cómo empezó todo? Con una explosión en el Metropolitan Museum hace unos diez años y la imagen de un jilguero de plumas doradas, un cuadro espléndido del siglo XVIII que desapareció entre el polvo y los cascotes. Quien se lo llevó es el mismo Theo, un chiquillo entonces, que de pronto se quedó huérfano de madre y se dedicó a desgastar su vida: las drogas lo arañaron, la indiferencia del padre lo cegó y su amistad con el joven Boris lo llevó a la delincuencia sin más trámites. Todo parecía a punto de acabar, y de la peor de las maneras, en el desierto de Nevada, pero no. Al cabo de un tiempo, otra vez las calles de Manhattan, una pequeña tienda de anticuario y un bulto sospechoso que ahora va pasando de mano en mano hasta llegar a Holanda. ¿Cómo acabará todo? Premio Pulitzer 2014.

Lo bueno

  • El lenguaje
  • Los personajes
  • La alternancia entre períodos de acción y otros de tranquilidad

Lo malo

  • El final después del final

¡Hola!

La reseña que traigo hoy corresponde a un libro tan largo como maravilloso. Casi 1200 páginas que dieron lugar al premio Pullitzer de 2014, casi nada. Y aunque no soy muy seguidora de premios ni creo en ellos demasiado, sí puedo decir que este libro me ha gustado muchísimo.

A través de un elenco de personajes descritos con toda su profundidad, sus claros y sus oscuros, y las vueltas que da la vida (y el destino que se burla de ti, como dicen Los Suaves) conocemos la vida de un protagonista principal que, tras perder a su madre en un atentado terrorista, tiene que enfrentarse solo a un mundo que no perdona a nadie.

La autora: Donna Tartt

Donna Tartt es una escritora estadounidense nacida en Greenwood, Mississippi, en 1963.

Es una mujer que lleva escribiendo toda su vida, pero que solo ha publicado tres novelas hasta el momento, pues cada una,  y viendo la longitud de las mismas no me extraña, le lleva una media de nueve años de preparación.  Estas tres obras son El secreto (1992), Juego de niños (2002) y El jilguero (2013).

Además de estas ha publicado también algunas historias cortas y ensayos que no se han traducido al español.

La trama

Theo Decker es un niño neoyorquino como otro cualquiera. Su padre los abandonó y vive con su madre, con quien mantiene una relación muy estrecha. Una mañana, camino a una reunión con el director del colegio del que lo han expulsado por una gamberrada, Theo y su madre hacen una visita al museo metropolitano de arte para ver el cuadro favorito de ella, El jilguero, una pequeña y misteriosa pintura del artista holandés Carel Fabritius. Justo en ese momento se produce un atentado terrorista y todo se viene abajo.

Theo despierta en medio de escombros y oscuridad, junto a un anciano agonizante que le pide un favor, que entregue su anillo a su familia, y que lo convence para que se lleve el cuadro de El Jilguero. En medio del jaleo y la confusión, Theo encuentra esta idea totalmente lógica, y accede a ambas cosas.

El jilguero

Poco después descubre lo peor, su madre ha muerto. Nadie sabe dónde está su padre, sus abuelos no están interesados en ocuparse de él. Theo está solo, pero no piensa irse con los servicios sociales, y estos aceptan que se quede en casa de uno de sus amigos del colegio, Andy. Allí pasa un tiempo en el que va aceptando poco a poco su nueva situación. Y un día recuerda la promesa que hizo al viejo del museo, y busca a su familia para entregarles el anillo. Entonces conoce a Hobie, un afectuoso restaurador de antigüedades, y a Pippa, una niña de su edad que también estaba en el museo con el anciano fallecido, y que ha sufrido graves lesiones a raíz del atentado.

Me habrían ido mejor las cosas si ella hubiera vivido.

Ellos lo ayudan a recomponerse del dolor hasta que un día, su padre, alcohólico y jugador, aparece y debe abandonarlos para irse con él y su novia a Las Vegas. Allí la vida de Theo pierde cualquier contacto con la realidad. En un paisaje desértico y vacío, en la soledad y el abandono, conoce al que será su mejor amigo, Boris, un joven ucraniano que lo instruirá en todo tipo de excesos, alcohol, droga y el nihilismo absoluto.

A todas estas, el cuadro lo ha acompañado hasta aquí. Cada vez es más consciente de la locura que representó llevárselo, del delito y las consecuencias si alguien descubre que lo tiene él, pero también sabe que es incapaz de desprenderse de la obra. Es lo último que lo une a su madre. ¿Qué va a hacer?

El cuadro no lo abandonará durante el resto de la obra, su estancia en Las Vegas, su regreso a Manhattan, sus viejos amigos, su nueva vida. Como una espada de Damocles colgando sobre su cabeza, incapaz de librarse de ella ni de apartarse, hasta que su vida llegue a depender de él.

Los personajes

Cada uno de los personajes de El jilguero está descrito con precisión y profundidad: el protagonista principal, Theo, y la larga lista de secundarios y no tan secundarios que lo acompañan. Llegas a conocerlos como amigos de toda la vida, lo que no es raro dadas las horas de lectura que pasas con ellos, y compartes con Theo los mismos sentimientos que lo unen a ellos.

  • Theodore Decker: El protagonista al que seguimos durante casi treinta años de su vida, desde que pierde a su madre a los doce hasta el final, en la treintena. Es un joven perdido, sin una familia que se ocupe de él, por lo que busca ese apoyo en cualquiera, la familia de Andy, su padre alcohólico, Hobie… Theo transmite la sensación de estar siempre balanceándose en la cuerda floja, sin nada a lo que agarrarse, en un vaivén de situaciones que lo llevan adonde quiere la vida o los demás: los excesos de alcohol y drogas de su mejor amigo Boris, una relación sin sentido con una novia que no siente nada por él, la dependencia del cuadro…

A lo largo de su vida y estas situaciones, Theo conoce a mucha gente con la que entabla diferentes relaciones. Estos personajes, protagonistas durante el tiempo que comparten vida con él, y secundarios durante toda la obra, están tan bien reflejados como el propio Theo, evolucionan con él, como todo el mundo, los vemos cambiar, adaptarse a las vueltas de la vida, y ser parte imprescindible de la obra.

  • Andy: El joven Andy es un viejo amigo de colegio de Theo, un niño de una gran inteligencia y escasa habilidad social. Los dos crecieron siendo objeto de las burlas y el acoso de los matones de clase, pero si bien Theo se superpuso a esto, Andy parece dispuesto a soportar la situación toda la vida. Es el hijo mediano de una familia burguesa del Nueva York más adinerado, que acoge a Theo en los primeros momentos tras la muerte de su madre, y se convierte en lo más cercano a una familia que el niño llega a conocer.
  • La señora Barbour: La madre de Andy refleja la altivez de esa clase alta segura de la vida y el futuro que le espera, volcada en las apariencias y en que sus hijos cumplan sus expectativas. Es una mujer fría pero responsable que cuida de Theo tan bien como puede, y que llega a sentir por él un cariño que se alarga mucho después de que el niño salga de su vida. Sobre todo cuando las vueltas del destino desestabilizan el futuro que ella veía tan seguro.
  • Hobie: Uno de mis personajes favoritos de la novela, Hobie es un hombre grande en todos los sentidos. Un minucioso restaurador de antigüedades, más volcado en el arte que en el valor económico de su trabajo, regentaba una tienda con Welty, el anciano fallecido en el museo. Theo aparece en su vida y el gran corazón de Hobie lo acoge como un padre, le enseña todo lo que sabe y lo acompaña a partir de entonces.
  • Pippa: Sobrina de Welty y víctima del mismo atentado que mató a este y a la madre de Theo, la pequeña Pippa se convierte en el amor inalcanzable de Theo. Una niña algo excéntrica pero con las ideas muy claras, que siente un gran afecto por el protagonista, si bien no del tipo que a él le gustaría.
  • Boris:  Un adolescente de origen ucraniano que vive con su padre en Las Vegas. La pérdida de su madre, la mala relación con su padre y la soledad en esa tierra lo une a Theo hasta formar una amistad íntima y leal que durará toda la vida, a través de las drogas, el alcohol, la delincuencia e incluso el peligro vital.
  • Larry: El padre de Theo es el ejemplo de lo que no debe ser un progenitor. Alcohólico, déspota, egoísta, manipulador y agresivo. Solo se hace cargo de su hijo porque cree que podrá obtener el dinero de la herencia u otros beneficios gracias a su custodia, y aparte de algunos momentos contados de buena relación, esta es casi inexistente.
  • Xandra: La novia de Larry no podía ser mejor. Una mujer no muy lista, adicta a la cocaína, volcada en mantener las apariencias y pacificar a su marido. Si bien, al final, cuando la desgracia se cierne sobre ellos (porque aquí no se salva nadie), Xandra demostrará un buen corazón y cierta capacidad de compasión hacia el joven Theo y su amigo Boris.

Este grupo forma uno de los mejores elencos de personajes secundarios que he tenido el placer de conocer. Cada uno es diferente a los demás, algunos simplemente brillantes, de esos que no abandonan tu mente mucho después de cerrar la última página del libro.

Y cada uno, en su propio marco temporal dentro de la vida de Theo, nos ayuda a acompañarlo, a ser parte de él, de su evolución, de su manera de enfrentarse a la soledad y a una vida que parece diseñada para perderlo todo hasta que llegue la muerte.

El final

El jilguero es un libro tan largo que su final se puede dividir en tres partes. Toda la serie de giros argumentales, cada vez más locos y trágicos, que llevan al protagonista hasta el límite; el desenlace, lógico y perfecto; y la despedida, un epílogo que quizá, llegados a este punto, se hace largo y resulta chocante por ese punto de esperanza que quiere dar después de tanta realidad.

La primera parte, la preparación del desenlace, es fantástica, rápida, algo loca, tan bien escrita que la confusión que siente el personaje se contagia al lector, que se ve arrastrado por los acontecimientos incapaz, como el pobre Theo, de hacer nada para evitarlos.

El desenlace en sí es perfecto pues, una vez leído, entiendes que no había otra manera de acabar la historia. Al menos ninguna que te hubiera gustado más que esta.

El epílogo, como digo, se hace largo. Una reflexión sobre la vida, las responsabilidades, la edad adulta, dónde queda cada personaje, cómo y porqué.

En resumen: El jilguero

El jilguero, al igual que la vida de su protagonista, atraviesa diversas fases, algunas más rápidas e interesantes, como la primera época tras la muerte de su madre, y la vida en Las Vegas, con Boris y su padre, que es mi parte favorita del libro. Luego viene su época adulta, Manhattan, más relajada, aburrida quizá, casi estable. Para desembocar en un frenesí con el regreso de Boris a su vida.

Cada una de estas etapas, capítulos, tiene sus puntos fuertes y débiles, pero ninguna es prescindible, ninguna se hace lenta ni sobra. Los personajes son parte de nuestra vida tanto como de la de Theo, y el final es el que tiene que ser.

Han llamado a este libro el primer clásico del siglo XXI, lo han comparado con Dickens y los grandes maestros de la novela americana, yo no puedo llegar a esos niveles, pero sí puedo recomendarlo de todo corazón, por muy largo que sea se lee con enorme placer y su historia te acompaña durante mucho tiempo.

Puedes comprarlo en librerías o en Amazon

Espero que te haya gustado esta reseña, y que te anime a leer la novela. ¡Puedes dejarme tu opinión en los comentarios!

Un abrazo, y felices lecturas.

 

(Crédito de las imágenes: elcuadrodeldia.com )

1 Comentarios

Rafael
Responder
julio 11, 2024 at 6:32 pm

Gracias, Arantxa, por la reseña.
Soy un lector empedernido desde los siete años y sigo siéndolo con muchíiisimos años más. También me gusta escribir pero he llegado a la conclusión de que no tiene sentido: es mucho más doloroso y bastante más frustrante.
Ahora, ya jubilado, leo casi todo el día, pero ocurre que, viendo cercano mi final, escojo con mucha exigencia los títulos… ¡hay mucho que leer! Tanto es así que casi prefiero releer los clásicos (sobre todo novela decimonónica) que embarcarme en la indagación de nuevo material. Y es ahí, precisamente, donde tu reseña de este libro, El Jilguero, me ha venido que ni pintiparada (que diría Cassen en “Amanece que no es poco”) pues me ha convencido : emprenderé su lectura gracias a ti. Gracias por ello.

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