Hoy quiero hablarte de algo muy personal, sobre mi amor hacia los libros en papel y también sobre alguna tara mental que tengo, para qué voy a engañarte, lo primero es reconocerlo.
Adoro los libros en formato físico, creo que debe haber pocos adictos a la lectura como yo que no amen el olor de los libros, el tacto de las hojas entre los dedos, la imagen de la cubierta…
Lo importante es lo de dentro, por supuesto, y por cuestión de dinero y espacio casi todo lo que leo es en formato digital, pero cuando llegan estas fechas, si he sido buena, tengo acumulados en casa un buen montón de libros en papel que me han regalado en las navidades. Y con mi cumpleaños a la vuelta de la esquina, espero que ese montón crezca un poquito más. Y eso me hace muy feliz, aunque tiene sus inconvenientes.
El otro día terminé de leer una novela en papel*. La cerré, la firmé y anoté el año de lectura (una manía heredada de mi madre), y le busqué un hueco en la estantería. Ahí empezó el problema.
Tengo la librería llena hasta los topes, y para meter un libro nuevo tengo que mover otros veinte, cambiarlos de estante, apilar unos sobre otros, decidir si alguno se va a la otra estantería, la pequeña que tengo en otra habitación y en la que acumulo libros menos importantes para mí, si es que tal concepto existe. Es casi un destierro, es algo horrible para mí, como si despreciara a esa pobre historia y todo lo que vivimos juntas. Ya te digo, estoy fatal.
No me quejo, no importa. Me encanta llevar a cabo esta reorganización porque es un ratito que paso recordando esas antiguas historias. Veo las portadas, leo las sinopsis, recuerdo los personajes, sus vidas y las aventuras que corrimos durante los días o semanas que compartimos. Sonrío como una boba, los limpio y los coloco en su nueva ubicación. A veces incluso les hablo.
“Pero ¿tú qué haces aquí? No, tú vas aquí, junto a este otro. Así. ¿Y tú? ¡Jesús, cuánto polvo tienes! Espera. Así, mejor. Tú, aquí”
Tengo la librería organizada por género, por autor, alguna balda reservada para una saga concreta. No es una librería bonita de esas de foto de biblioteca a la que te irías a vivir; los cantos de los libros no son de tonos oscuros ni los adornan ribetes dorados, son ediciones normales y corrientes, algunos de tapa blanda y otros de tapa dura, algunas ediciones de bolsillo y ejemplares comprados de segunda mano, gastados y viejos, no están ordenados por tamaño ni por color y, en algunos casos, incluso hay dos o tres reposando en horizontal sobre una fila inferior.
Quizá no sea bonita, pero su orden tiene un porqué, y a veces, no solo cuando tengo que guardar uno nuevo sino un día cualquiera, porque sí, me encuentro mirando esas baldas y recordando. Y sonriendo.
Y entonces pienso en la Marie Kondo esa de la que tanto se ha hablado últimamente, y en su propuesta de eliminar todos los libros de tu casa y quedarte solo con 30. Y me parece muy bien, ¿por qué no? Espacio libre y menos que limpiar. Muy bien. Muy bien, si los libros para ti son simple mercancía. Lo respeto. Pero no es mi caso. Para mí, los libros son amigos, son familia, son vidas que he vivido, experiencias, aventuras, emociones, amores y odios.
Y es como si me pidieras que pusiera en fila a todos los amigos que he tenido desde que nací y les metiera un tiro en la cabeza. Hombre, pues no.
-Pero, mujer. Mira a este, casi ni te acuerdas de él.
-Ya, pero no.
-Y este, ni siquiera te caía tan bien.
-Quizá, pero no.
-Admítelo, no vas a volver a quedar con este jamás.
-Lo sé, pero no.
No. No voy a matar a mis amigos y no voy a tirar mis libros.
Y aun así me parece bien si tú decides hacerlo, es una cuestión personal y a lo mejor ese espacio te viene bien para cualquier otra cosa. Prometo que no te juzgaré.
Solo te pido un favor, si lo vas a hacer avísame. Igual me paso por tu casa con un camión 😜.
Hasta la semana que viene, lectores.
*La novia gitana, Carmen Mola, novelón, prometo reseña
6 Comentarios
jaja, no tienes ninguna tara mental, tampoco yo puedo tirar un libro, de hecho aun conservo algunos de hasta EGB … es más mi novela preferida de colegio: La tesis de Nancy de Ramón Sender, aún volví a leerla varias veces. Ahora intento leer más digital por tema de espacio,jeje, aunque me encanta como tu dices , el olor, el tacto del libro, de hecho pedí que me regalaran para mi cumple un libro físico y no digital , porque me gustan mas y perjudica menos a la vista ¿no crees?
Un saludo y a seguir adorando a los libros!!!
Los libros en papel son unos de mis básicos en la lista de navidad jjjjj
Y, desde luego, yo también creo que perjudican menos a la vista, aunque si fuera al revés tampoco me importaría jajajajaja
Un besote enorme, Raquel.
Madre mía, tirar un libro es casi un sacrilegio. Yo soy incapaz. Respeto a Marie Kondo, pero está claro que lo que le gusta no es leer, sino limpiar.
Eso sí, por problemas de espacio me he visto obligada a hacer varias donaciones a bibliotecas públicas, previamente muy bien seleccionadas (no se los dono a cualquiera). Me costó mucho tiempo seleccionar los libros que iba a donar, (siempre había un motivo para conservarlos). Recuerdo además, que cuando venían los chicos de SEUR a recogerlos, yo procuraba no estar en casa. Sabía que iban a ser leídos y apreciados, pero verlos ir, era como si me arrancasen una muela. ¡Se me saltaban las lágrimas!. Confieso que de cuando en cuando me paso por esas bibliotecas y los miro, compruebo cuántas veces los han sacado… En el fondo los echo de menos.
Ahora, precisamente por esos problemas de espacio, leo más en digital que en papel, 75% digital y 25% impreso aproximadamente y mucho me temo que llegaré al 80/20, pero cada libro que compro en papel es atesorado y mimado. Y por supuesto en Navidad y en mi cumpleaños en papel, que para eso son fiestas especiales.
Un saludo!!
Jesús, Mª Carmen, tu comentario podría haberlo escrito yo misma.
Afortunadamente, todavía no me he visto en la necesidad de quitar libros de mis estanterías (en plural, porque las tengo por toda la casa hasta que terminen echándome a mí), pero si tuviera que hacerlo, haría lo mismo que tú, y del mismo modo, sin estar presente para no acabar llorando.
Supongo que todos estamos pasando por ese proceso de ir más hacia el formato digital, por economía y espacio, aunque yo, también igual que tú, tengo una lista de Navidad llena de libros en papel 😀
¡Un abrazo!
Hola guapa
Yo no soy capaz de tirar un libro; de hecho a la gente le digo como has hecho tú en la entrada que antes de tirar me avisen y me paso por sus casas con un camión para adoptar libros que ya no quieran.
Sin embargo, ya me da pena porque no soy capaz de tener los libros como quisiera: no hay más sitio en casa y tengo algunos en cajas en el trastero o en casa de mis padres; aquí están libros sobre libros en primera y segunda fila en las mismas letras,… Un caos del que no me pienso deshacer.
Besos
Ay, el problema del espacio lo tenemos todas. Yo veo las librerías preciosas que salen en las películas, tan ordenadas y enormes, y me muero de la envidia. Yo tengo los míos desparramados por toda la casa y, como tú dices, en dos y tres filas, amontonados unos encima de otros. ¡Pero no tiro ni uno! jjjjj
Un abrazo grande