Es increíble cómo este debate regresa periódicamente cada año. En los últimos tiempos, incluso con mayor frecuencia. En una época de corrección política, no hay semana, día, que no salte la amenaza de censura a tal o cual autor porque la sociedad (o el imbécil de turno) no comulga con sus ideas.
Ojo, no hablamos en ningún momento de la calidad de su obra, simplemente, con las ideas o actos que estas muestran o que el autor manifiesta en su vida privada.
Parece que los creadores debemos ser intachables en cada mísero aspecto de nuestra vida y personalidad. No equivocarnos nunca. Y nuestras obras deben reflejar esa perfección moral no solo en el momento en el que la escribimos, sino para toda la eternidad a partir de hoy. Siempre. Aunque cambien los tiempos, las ideas y las personas. Siempre.
Joder, qué difícil.
La intachable virtud de las obras o el riesgo de censura en la literatura.
Vivimos una época de lucha social por los derechos humanos. Y apoyo todas y cada una de esas luchas. Hay que acabar de una maldita vez con el racismo, el machismo, la homofobia y cada injusticia grande o pequeña que estropea este mundo que tan bonito podría ser.
Alzo la voz contra ellas tan alto como puedo.
Eso significa que mis obras pueden reflejar mi apoyo a estas causas. Pero, ¿y si no?
Mientras escribía En el punto de mira, me daba miedo lo que los lectores pudieran opinar de su protagonista. Una asesina a sueldo. Así, a secas, sin dudas morales ni motivos ocultos. Una mujer que se gana la vida asesinando a gente. ¿Y qué hay del protagonista de Zed está muerto? También es un asesino a sueldo de la mafia.
Si nos olvidamos del hecho innegable de que tengo un ligero trastorno mental, ¿qué pasa con los lectores? ¿Me considerarían a mí una asesina? ¿Interpretarían mis novelas como una apología de la violencia? Sí, me daba miedo.
Nos hemos metido de cabeza en el medievo, cuando el arte debía ser aprobado por los garantes de la moralidad. Alabar a Dios y sus enseñanzas o arder en la hoguera.
Nuestros textos deben reflejar esa sociedad idílica que aspiramos a conseguir en el mundo real. Nada de violencia ni de injusticias ni de crueldad ni personajes que se mueven en el lado oscuro. (¿Se puede decir Lado oscuro o también parece una referencia racista? Yo ya no sé…).
Poco futuro le auguro a la novela negra si nos cargamos todas las injusticias que han servido de base a sus tramas desde el comienzo del género. Si ya solo podemos escribir sobre buenos buenísimos que no tienen nada contra qué luchar o cuyos antagonistas son malos malísimos utilizados como arquetipo del mal hasta la caricatura.
No cuenten conmigo.
¿Y qué pasa con las obras anteriores a nuestra época?
Pues, por lo visto, que tienen que encajar en los cánones sociales de la actualidad.
Todos lo habéis oído, querían quitar Lo que el viento se llevó del catálogo de HBO. Por racista. Por no denunciar la crueldad del racismo con suficiente vehemencia.
¿Es racista Lo que el viento se llevó? Sí. Asquerosamente racista y demagoga. Y machista, ¿o es que nadie se acuerda ya de eso? Pues no, porque no importa. Porque la novela de Lo que el viento se llevó se escribió en 1936, y la película se estrenó en 1939. Era otra época, otra sociedad y otra manera de ver el mundo. Y eso deberíamos saberlo todos, a estas alturas, y ser capaces de leer la novela o ver la película sin esperar que se adapte a nuestras creencias de hoy. Aunque quizá, visto lo visto, eso sea pedir demasiado a la sociedad. Por eso, me parece bien que HBO incluya una nota aclaratoria en su canal para explicarte las cositas y dejar las diferencias claras. Pero ¿censurarla?
Hace poco, leí una colección de relatos Noches en Limehouse. Son relatos maravillosos en su aspecto literario, daba gloria leerlos, pero eran una barbaridad en su aspecto social: misóginos, pedófilos y racistas. Había escenas que me ponían enferma, lo admito, pero hablamos de unos relatos que describen un hábitat muy concreto, una zona deprimida en la que cada uno luchaba por lo suyo, por las buenas o por las malas, generalmente lo segundo; y que se escribieron alrededor del 1900. ¿La forma de ver el mundo en aquella época era la misma que ahora? No. ¿Era defendible? No. ¿Habría que censurar Noches en Limehouse?
Si más gente conociera esas historias, seguro que alguien lo pediría. Y perderíamos una colección de relatos magistralmente escritos y una serie de personajes de los que podemos aprender todo lo que no queremos ser y el mundo que no queremos que vuelva.
Recordémoslo, algunos quieren que ese mundo vuelva.
Aquel que no conoce su historia, está condenado a repetirla
Eso es así, por eso es tan importante recordar cómo eran los tiempos antiguos y por qué no queremos que vuelvan a ser así. Hay que ver las viejas películas y leer las viejas historias desde la perspectiva que nos da la actualidad.
- Sí podemos decir, “esta escena, esta actitud, este comportamiento me da asco”.
- Pero no podemos decir “hay que censurarlo para que nadie sepa que las cosas eran así”.
No podemos olvidar.
Otro tema es reivindicar esos viejos comportamientos y actitudes. ¿Se debe censurar una obra que alaba las bondades del racismo, el machismo, la homofobia, la pedofilia…? (Sí, hay obras que hacen esto; demasiadas).
Una parte de mí te diría que sí, sin dudarlo. Si una obra artística defiende el racismo, machismo… hay que censurarla.
El problema es, ¿quién decide esto? ¿De quién es el criterio que debemos seguir para definir si una obra defiende algo aceptable o no?
¿No es eso volver a la quema de libros de los nazis?
Intolerancia contra los intolerantes. Estoy de acuerdo. Pero 1984 me aterrorizó más que todas las novelas de Stephen King, y si alguien se erige en defensor de la moralidad y los valores de los demás, yo me echo a temblar.
Próximamente, hablaré sobre la moralidad exigida a los autores.
Ya, no solo la obra tiene que ser impecable moralmente hablando, sino también su autor. ¿Es posible separar al autor de su obra? ¿Se puede apreciar una mientras desprecias al otro?
¿Se puede apreciar la calidad de una obra cuyo contenido te revuelve?
¿Se debe censurar en la literatura (o cualquier otro arte) una obra que no coincide con los valores actuales?
Un abrazo y felices lecturas.
5 Comentarios
Partimos de la base de que la censura esta hoy a la orden del día, pero hablando de libros, o películas o cualquier representación de lo que llamamos arte, la censura la ponemos nosotros. Si no te gusta lo que lees o ves, pues no lo compres. Es así de sencillo. Esta sociedad , cada vez mas parecida a la americana, con tanta red social, nos lleva a esa falsa moral de beber a destajo , pero que no salga en una película porque significa que el que lo hace es alcohólico. Mal vamos por ese camino. Y dices muy bien , cada época marca una manera de pensar, y yo voy a seguir comiendo Conguitos…
Así está la situación, en efecto, y puede que, como dices, sea la influencia americana, pero nos estamos metiendo en una hipocresía que no va a llevar a nada bueno.
En fin, nunca me gustaron los Conguitos, pero viva el Cola Cao jjjjjjj
Bien he aparecido por acá y espero mantenerme un tiempo Ahora intento poner punto final a mi noir 《Viento negro》 imposible que sea publicada en Cuba, más
fácil incontrar cajas de muertos incorruptibles y víctimas de asesinatos embalsamadas en la necrópolis de Colón en La Habana… y felices de que el feminicidio haya terminado su ciclo vital. Que es un tema de esta novela.
Esta noir sólo será publicada en tu pais si navega con suerte. Espero, y te pido que no veas nada irresponsable en ello, contar con tu lectura y con la frescura que le imprimes a lo que tocas con tu observación.
Gracias.
La Literatura es una especie de fuente de los Dioses. Cada uno bebe del caño que quiere y aunque a ti te de asco o te haga vomitar, no podemos cerrar el grifo y privar de beber a quien quiera hacerlo. La Literatura no hace daño a nadie, no mata, no viola ni explota a los más débiles, eso lo hacemos las personas, por lo que las condenadas deberían sr las personas que cometen esos actos, no el pensamiento que se refleja en esas obras.
Llevamos siglos intentando comprender esto y todavía no lo hemos conseguido.
Muchas gracias por tu comentario.
Creo que estás en lo cierto, las condenadas deberían ser las personas que cometen los actos. Tan simple como eso.
Un saludo