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La pregunta más difícil de responder

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Es la pregunta que más odio

Sí, así es. La odio.

Los escritores no sabemos la respuesta con seguridad y los lectores nunca la entenderán. Es la pregunta más difícil y, sin embargo, suele ser la primera en cada entrevista, en cada presentación. Después de “¿De qué va la novela?” siempre viene “¿Cómo se te ocurrió la idea?”

Odio esa pregunta porque no tengo una respuesta que darte. Puedo contarte el momento exacto en que la primera imagen germinó en mi cabeza, pero ¿cómo te explico por qué, de entre todas las
ideas que se me pasan por la mente a lo largo del día, fue esa y no otra la que siguió adelante?

¿Despistada? No, en mi mundo

Yo, y supongo que casi todos los escritores, vivimos en las nubes. Mis amigos y compañeros me tienen por una despistada crónica, pero no es cierto, simplemente vivo en una realidad diferente.

Desde que puedo recordar, mi rutina al irme a la cama, ya con 9, 10, 11 años, no consiste en repasar los hechos del día, sino en huir a ese otra realidad. En esos momentos me vienen a la cabeza escenas sueltas inspiradas por algo anecdótico que he visto u oído recientemente: una conversación ajena, una canción, el libro que estoy leyendo, la escena de una película o el último capítulo de la serie que sigo. Casi siempre, esas escenas gozan de una vida efímera, minutos hasta que me quedo dormida, u horas, si es una noche difícil, pero por algún motivo, no sé cual, alguna de ellas regresa a la noche siguiente. En esas ocasiones, mi cabeza comienza a desarrollar esa escena y, a modo de culebrón, noche tras noche la retomo donde la dejé la anterior. Tarde o temprano, sin embargo, esa historia también muere.

Pero a veces, muy pocas veces, la escena no avanza, sino que es la misma que se repite una y otra vez de manera insistente, y como semilla de la que nace un tallo que se va llenando de ramas y más tarde hojas y flores, esa misma escena, siempre la misma, se va llenando de detalles.

Todavía no conozco a sus protagonistas, no tienen nombre ni cara ni historia, falta muchísimo para eso –Te sorprendería la cantidad de relatos que he comenzado protagonizados por HH y MM
(Hombre, mujer, CC para el camarero, AA para el asesino y todo en ese plan, un lío). Aún no tienen nombre ni rasgos, pero ya van perfilando una personalidad, sus frases son cada vez más concretas, el escenario se desgrana entre las sombras para amueblarse de tal o cual manera. Noche tras noche. ¿Quiénes son, por qué están ahí, qué quieren, de dónde vienen, a dónde van?
A veces son dos noches. A veces, diez. Es entonces cuando sé que tengo algo, o que algo me tiene a mí, para ser más exactos, y que no me va a soltar. Ha llegado el momento de encender el ordenador.

Aparece la bestia

Pero, Arantxa, preguntarás con gesto confuso si eres seguidor de este blog, ¿tú no dices que escribes a mano? Sí, querido saltamontes, después. Primero creo un archivo con esas ideas de las que a esas alturas no consigo librarme. Seguramente, transcribiré la escena para ver cómo me muevo por ella, cómo me llevo con sus protagonistas y cómo se llevan ellos conmigo. Es algo que ambos debemos comprobar porque, si seguimos adelante, vamos a pasar juntos mucho, mucho tiempo.

A esto lo llamo “calmar a la bestia”, decirle a esa idea que esté tranquila, que me he dado cuenta de su existencia, está ahí y no la voy a olvidar. Le suplicó que, por Dios, por Dios, me permita terminar el proyecto que tengo entre manos en ese momento, porque si cedo a sus exigencias, si agarro papel y boli y me entrego a ella, dejaré que me arrastre a su mundo y cualquier otra cosa quedará atrás y así, en esas huida hacia delante, jamás lograré terminar nada.

Paso a paso, pequeña bestia, déjame acabar con la que llegó antes que tú, aunque tus personajes se aparezcan detrás de cada esquina, empeñados en contarme su vida, aunque me lances ideas a la cara sin avisar, te aseguro que tomo nota, no te voy a olvidar.

La bestia es un ser fuerte y despiadado, se ha librado de todas sus competidoras y ahora quiere su momento. Durante los siguientes dos o tres años, ¡o más!, seré toda suya.

¿Responde eso a la pregunta cómo se te ocurrió la idea de la novela? Ya te dije que ni yo lo sabía con exactitud.

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