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Libros sospechosos: la nueva ola de censura en bibliotecas públicas y escolares

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Ninguno lo vimos venir o, quizá, solo los aficionados a literatura distópica lo estaban esperando.

Resulta que, en los últimos años, varios países han decidido llevar a cabo una purga silenciosa en las bibliotecas públicas y también en las escolares o universitarias, y están censurando todo aquello que no les gusta. ¡Que no llegue a manos del lector!

Lo curioso, o no tanto, es que no hablamos de títulos radicales o panfletos extremistas, sino de obras literarias, muchas veces clásicos, que se ven etiquetadas como “inapropiadas” por razones ideológicas, políticas o morales.

¿Qué demonios está pasando?

La censura ha vuelto… o nunca se fue

Casi desde el nacimiento de la literatura, la censura nació con ella para erigirse en defensora de la moral y la salud de los lectores. No fuera a ser que decidieran por sí mismos lo que querían leer.

Desde el índice de libros prohibidos de la Inquisición hasta las hogueras de los nazis, pasando por las bibliotecas vaciadas en dictaduras, la eliminación de textos siempre ha sido una estrategia de control mental e ideológico.

Y pensábamos, inocentes de nosotros, que eso había quedado atrás.

Al contrario. Bajo la apariencia de proteger a los menores o de “preservar valores” (¿los valores de quién?, me pregunto), esta práctica vuelve a estar de moda en las que solíamos considerar democracias modernas.

En Estados Unidos, según la American Library Association, solo en 2023 se registraron más de 4.200 intentos de censura, la cifra más alta desde que existen registros. Los títulos más perseguidos tratan temas como racismo, identidad de género, historia colonial o diversidad sexual. Libros como Gender Queer de Maia Kobabe, The Hate U Give de Angie Thomas o incluso clásicos como Matar a un ruiseñor de Harper Lee han sido cuestionados o retirados de centros escolares.

Porque censurar la literatura es, en el fondo, censurar la realidad. Si los libros nos permiten descubrir realidades distintas a la nuestra, y nos prohíben ese descubrimiento, jamás sabremos que esas realidades existen. Si no nos dejan leer sobre diferentes injusticias, no sabremos que hay personas que las sufren. Si no nos dejan estudiar el pasado, tal y como ocurrió, estaremos obligados a creer lo que quieran contarnos.

Y ya se sabe que la historia la escriben los vencedores. Con sus ideologías y sus moralidades.

La realidad no desaparece porque no se hable de ella, del mismo modo que la desigualdad, el abuso o la discriminación no se evaporan si evitamos que los jóvenes lean sobre ellos. Solo evitamos que sepan que pueden luchar contra ella.

¿Quién decide lo que podemos leer?

Ese es el quid de la cuestión, ¿no crees?

El peligro de esta nueva ola de censura es doble. Por un lado, se impone una narrativa única sobre lo que es correcto o aceptable, y, por otro, deslegitima el papel de la literatura como herramienta de crítica y transformación.

La lectura, en general, es un espacio de diversidad intelectual donde conviven ideas contrapuestas, personajes incómodos y verdades parciales. Cuando los libros se seleccionan por razones ideológicas o religiosas, y no por su valor literario o educativo, se mutila el pensamiento crítico.

En muchos casos, la mayoría, quienes promueven estas censuras ni siquiera han leído los libros que prohíben. Basta una palabra clave —“sexo”, “racismo”, “LGTBI”— para encender todas las alarmas. ¡Peligro! ¡Inmoral!

¿Qué podemos hacer escritores, lectores y educadores?

Ante esta ola de censura, debemos ofrecer una respuesta firme.

  • Leer lo censurado. Si no quieren que los leas, por algo será. Descubre por qué.

  • Apoyar a las bibliotecas. Muchos profesionales están siendo presionados o incluso amenazados por mantener determinados libros en sus estanterías. Necesitan nuestro apoyo público.

  • Denunciar la censura. En redes sociales, en artículos o donde quieras. La censura se vuelve más peligrosa si pasa desapercibida.

  • Escribir sin miedo. La literatura tiene muchas utilidades, pero una de ellas es hacernos cuestionar la realidad. Si el miedo a la censura o al qué dirán se filtra en nuestras ideas, ya habrán ganado quienes quieren callar voces.

En defensa del pensamiento libre

En una sociedad democrática, ningún libro debería ser retirado por molestar o por ofrecer una mirada diferente del mundo. El derecho a leer —como el derecho a escribir— es inseparable del derecho a pensar. Y pensar libremente es lo que está realmente en juego.

Libros censurados recientemente en bibliotecas públicas y escolares

La censura literaria está afectando tanto a clásicos reconocidos como a obras contemporáneas:

Estados Unidos

Los libros con temáticas LGBTQ+, raciales y de justicia social los más afectados en este país. Entre los títulos más censurados se encuentran:

  • All Boys Aren’t Blue de George M. Johnson

  • Gender Queer de Maia Kobabe

  • The Bluest Eye de Toni Morrison

  • The Perks of Being a Wallflower de Stephen Chbosky

  • Flamer de Mike Curato.

Además, obras de autores como Stephen King, Isabel Allende y Gabriel García Márquez han sido retiradas de bibliotecas escolares en varios estados, incluyendo Florida, Iowa y Missouri, debido a leyes estatales restrictivas y presiones de grupos conservadores.

Argentina

En 2024, el gobierno de Milei respaldó una campaña para retirar libros con contenido sexual de las bibliotecas escolares. Entre las obras señaladas se encuentran:

  • Cometierra de Dolores Reyes

  • Las aventuras de la China Iron de Gabriela Cabezón Cámara

  • Las primas de Aurora Venturini

  • Si no fueras tan niña de Susana Thénon

Reino Unido

Una investigación reveló que más del 50% de las escuelas en el Reino Unido han eliminado libros con temática LGBTQ+ de sus bibliotecas tras quejas de padres. Entre los títulos afectados se encuentran:

  • Este libro es gay de Juno Dawson

  • Julián es una sirena de Jessica Love

  • La serie Heartstopper de Alice Oseman

Esta tendencia ha suscitado preocupación entre defensores de la diversidad y la inclusión en la educación.

Estos ejemplos demuestras que la censura sigue siendo una amenaza para la libertad de expresión y el acceso a una educación inclusiva y crítica.

Es fundamental que escritores, educadores y lectores nos mantengamos vigilantes y defendamos el derecho a leer y a ser leídos.

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