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Mis 5 motivos por los que leer clásicos

5 motivos para leer a los clásicos

Aunque cada día me siento más vieja y, por ende, más cansada de casi todo, no voy a entrar en el tentador juego de afirmar que ya no se hacen (inserta aquí lo que más rabia te dé) como los de antes.

Ni siquiera en lo que a novela se refiere. Vivimos en una época en la que se escribe y se publica más que nunca en la historia, y si bien cantidad suele estar lejos de calidad, sería muy idiota por mi parte, como escritora, decir que la literatura actual es basura comparada con eso que se llama “los clásicos”. Y, sin embargo, en ocasiones lo pienso.

Claro que estoy jugando con trampa porque, seamos serios, los clásicos son clásicos por algo, y su edad es casi el menos relevante de los motivos. Los clásicos son clásicos porque poseen una calidad que les ha permitido sobrevivir al paso del tiempo y al avance de la sociedad, y han logrado seguir transmitiendo algo pese a que los lectores ya no conozcamos de primera mano el mundo que relatan.

Como decía, vivimos en una época en la que se escribe y publica más que nunca. La lista de nuevas novelas que quiero leer crece semana a semana. Mis autores fetiche siguen publicando año tras año (cabrones. Qué egoístas), y la lista aumenta y los blogs publican reseñas de las novedades y las editoriales las publicitan y los escaparates de las librerías las ofrecen, ahí, como pasteles de crema en una dulcería.

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Los quiero todos

Ante ese aluvión de novedades, ¿quién tiene tiempo para leer los clásicos?

Ante ese aluvión de novedades, ¿cómo no buscar tiempo para los clásicos?

¿Cómo no leer alguno de los 100 mejores libros de todos los tiempos?

Hay muchos lectores que, pese a su afición por la literatura, son reacios a leer clásicos. Por no mencionar a los no tan aficionados a la lectura o a los que solo recurren a ella a la orilla del mar cada verano.

La palabra “clásico” parece producir cierto tipo de alergia y mucha pereza, porque “clásico” se asocia a historias y lenguajes que nada tienen que ver con nuestro mundo. Y eso no es así. De hecho, es todo lo contrario.

¿Por qué leer clásicos genera rechazo?

Los clásicos tienen un grave problema de marketing.

Imaginaos un restaurante: lleva abierto doscientos años, todos los críticos gastronómicos lo alaban y tiene chorropecientas estrellas Michelín, los famosos de turno dicen haber estado y que les cambió la vida y, lo mejor de todo, está tirado de precio. ¿No querrías probarlo? ¿No te morirías de ganas de probar lo que tiene que ofrecer?

Pues con los clásicos de la literatura, no. Tienen cientos de años (o decenas, que hay clásicos de finales del siglo pasado), la crítica los aplaude, los famosos dicen haberlos leído y, no solo están tirados de precio, sino que los más antiguos los puedes encontrar gratis en cualquier antología. Y tú te niegas a probarlos.

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Me lo expliquen

Como digo, los clásicos tienen un grave problema de marketing, pues, para casi todo el mundo, la definición de clásico incluye todo lo que un clásico no debería ser. Se relaciona el concepto “clásico” con libros larguísimos, complejos, con temática incompresible o rebuscada, escritos en lenguajes arcaicos que no somos capaces de comprender.

Y parte de este problema viene de ese aura casi mística que el culturalismo más rancio ha querido dibujar alrededor de los clásicos.

En su obra Por qué leer a los clásicos, Italo Calvino ofrece 14 razones por las que leer a los clásicos literarios y, con todos mis respetos al señor Calvino, alguna de esas razones me produce rechazo hasta a mí:

  1. Los clásicos son esos libros que nos llegan trayendo impresa la huella de las lecturas que han precedido a la nuestra, y tras de sí la huella que han dejado en la cultura o en las culturas que han atravesado (o más sencillamente, en el lenguaje o en las costumbres).
  2. Un clásico es una obra que suscita un incesante polvillo de discursos críticos, pero que la obra se sacude continuamente de encima.
  3. Llámase clásico a un libro que se configura como equivalente del universo, a semejanza de los antiguos talismanes.
  4. Tu clásico es aquel que no puede serte indiferente y que te sirve para definirte a ti mismo en relación y quizás en contraste con él.
  5. Un clásico es un libro que está antes que otros clásicos; pero quien haya leído primero los otros y después lee aquél, reconoce en seguida su lugar en la genealogía.

¡Qué angustia! Estos motivos son ciertos, de acuerdo, pero no resultan atractivos. Al menos en nuestros tiempos. Parece que un clásico es algo que te va a cambiar la vida, la mentalidad, y huele a que tendrás que encerrarte en una biblioteca polvorienta con una chaqueta de tweed para estar a la altura que tal obra literaria exige.

La literatura clásica, antes que clásica, es literatura, con todo lo que eso implica.

Así que, si no es por este afán de descubrimiento interno filosófico metafísico, ¿por qué leer a los clásicos?

5 motivos para leer clásicos

1- Los clásicos no tienen nada que ver con lo que crees saber de ellos

Me ocurrió con Orgullo y prejuicio. Me ocurrió con Grandes esperanzas. Me ocurrió con El gran Gatsby. Me ha ocurrido con clásicos más antiguos y desconocidos que estos tres. Te enfrentas a ellos con una idea en mente y te llevas un zasca de campeonato.

Cuando una novela tiene decenas o cientos de años a sus espaldas, llega a ti con una serie de conceptos asociados que te comes sin dudar. Son generaciones de críticos y lectores opinando sobre ella y tú, en relación a esas ideas, crees saber lo que te vas a encontrar cuando abres el libro.

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Aviso. Te vas a llevar una sorpresa. No juzgues un libro por su portada ni un clásico por los comentarios de los críticos especializados.

Lejos de la sobriedad, la temática complejísima y el lenguaje extraño, vas a encontrar historias entretenidas, personajes fascinantes (esa señorita Havisham 😍😍😍 )y mundos fácilmente reconocibles.

De verdad.

2- Historias universales, reconocibles pese al tiempo y la distancia

¿Qué me puede decir un poema de mil estrofas escrito hace quinientos años? ¿Qué demonios me importa a mí la historia de amor victoriano entre una joven burguesa y su mozo de cuadra? ¿Cuál es la gracia de un loco que se lía a palos con un molino?

Las novelas que consideramos clásicos lo son porque han logrado sobrevivir al paso del tiempo, generaciones de lectores en todos los rincones del mundo a través de todas las épocas, ideologías políticas, guerras y censuras.

Esto no sucede si relatan una historia que no interesa poco después de su publicación.

Se dice que un clásico es una novela universal, y eso significa que se puede comprender y apreciar en cualquier lugar y tiempo. Y si lo logra no es por la opinión de los críticos e intelectuales, de poco nos sirve eso, un clásico es universal porque el mensaje que transmite, la historia que narra, resulta compresible y apreciable por todos en todas partes, sin importar la época, el origen o la educación.

No importa que no tengas ni idea de la Grecia clásica. Sus historias te van a resultar familiares. Y son la bomba.

3- Leer clásicos nos hace críticos

Como he comentado, un clásico describe una historial universal, aplicable a cualquier lugar y tiempo, pero, a la vez, la localiza en un lugar y tiempo determinados.

¿Qué significa este galimatías? Significa que, mientras leemos una historia con cuyo mensaje podemos sentirnos identificados, estamos descubriendo cómo era el mundo en un lugar y tiempo que nos resultan desconocidos. Leer clásicos nos ayuda a ponernos en el lugar de los que vivían en el momento que relata, a aprender del pasado, a reconocer los errores de entonces y a ser críticos con los errores de ahora.

Porque en el devenir de la historia que sucede en nuestro clásico, podemos ver de dónde venimos y hacia dónde nos dirigimos.

4- Antes que clásicos, fueron novedades

Esto parece una perogrullada, pero a veces parece que los clásicos nacieron como clásicos, como obras maestras de la literatura universal. Así. Desde el día uno.

Pues no.

Antes que clásicos, esas historias fueron novedades que salieron a un mercado en el que la mayoría de la gente no sabía leer, no podía permitirse leer o no le permitían leer. Pero esas novelas lograron hacerse un hueco entre los lectores que llegaron a arriesgar la vida para acceder a ellos. ¿Y por qué? ¿Por su gran calidad literaria? ¿Porque sabían que doscientos años después podrían decir que habían leído un clásico?

No. Lo hicieron porque esas historias eran jodidamente buenas. Eran interesantes, emocionantes, apasionantes y -la palabra maldita- entretenidas.

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¿Un clásico entretenido? ¡Herejía!

Vuelvo a lo que dije en el primer punto de esta lista: los clásicos no tienen nada que ver con lo que crees saber de ellos, y muchos son realmente entretenidos.

Hazme caso.

5- Porque queremos

Dice Borges que “El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el modo imperativo”.

Leer un clásico porque tenemos que hacerlo o porque nos obligan a hacerlo en la escuela no me parece una buena idea. Leerlo con la obligación moral autoimpuesta de encontrar en él la gran obra maestra que debe cambiar nuestra percepción del mundo es aún peor.

Debemos leer un clásico igual que cualquier otra novela, con el ánimo de disfrutarla, con la mente abierta y la libertad para opinar sobre ella lo que nos dé la gana. Que si nos enamora, fantástico, pero si no, no pasa nada, a otra cosa. Que no somos peores lectores por ello.

Que sobre el esnobismo asociado a la lectura de los clásicos ya hablaremos otro día.

Leer clásicos no nos hace mejores ni somos peores si no nos gustan. Nadie debe obligarnos a leerlos ni a amarlos, pero es muy triste si no les damos una oportunidad por ciertos prejuicios equivocados.

Dale una oportunidad a los clásicos, yo lo hago y jamás me he arrepentido.  Y si no sabes por dónde empezar, aquí tienes este test: ¿Qué clásico deberías leer?, del Huffington Post.

Un abrazo, y felices lecturas.

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