La nena (Elena Blanco 03), de Carmen Mola
Es la noche del fin de año chino, empieza el año del cerdo. Chesca, al mando de la Brigada de Análisis de Casos desde hace un año, ha quedado con Ángel Zárate, pero en el último momento este le da plantón. Aun así, ella sale a divertirse, conoce a un hombre y pasa la noche con él. A la mañana siguiente, tres hombres rodean su cama, a la espera de unirse al festín. Y un repulsivo olor a cerdo impregna la estancia.
Después de un día entero sin dar señales, los compañeros de la BAC empiezan a buscar a su compañera. Cuentan con una ayuda inestimable: Elena Blanco, que aunque dejó la policía tras la debacle que supuso el caso de la Red Púrpura, no puede dar la espalda a una amiga. Pronto se darán cuenta de que tras la desaparición de Chesca se esconden secretos inconfesables.
Lo que sí
- La segunda mitad de la novela
- Las escenas explícitas
- El final del caso (en general)
Lo que no
- La investigación sobre railes
- El idilio inmediato entre Chesca y Julio
La nena (Elena Blanco 03). Una primera mitad buena. Una segunda mitad redonda
Siempre se ha dicho que las expectativas son lo peor que hay, y, por desgracia, lo he confirmado en numerosas ocasiones, tanto en la vida en general como en la literatura. Cada vez que escucho que un libro es maravilloso, esas expectativas rara vez se confirman. Por eso me fío de muy pocas personas, en ese sentido. Y una de ellas me dijo que La nena era maravilloso.
Mejor que La red púrpura (que no es tanto decir).
Y mejor que La novia gitana. Y eso sí es decir mucho.
Desgraciadamente, cuando empecé con La nena pensé que las expectativas me iban a traicionar de nuevo. Durante la primera mitad del libro no encontré eso tan maravilloso de lo que me hablaban. Es adictivo, desde luego, no te permite soltarlo página tras página y te lleva por una trama muy bien hilada, la investigación, el sufrimiento de la víctima de un secuestro, la angustia de sus compañeros por rescatarla y las escenas de una mujer cuyo papel, al principio, desconocemos, pero con la que vivimos el horror inicial de toda la historia.
Está muy bien escrita esa primera mitad, como digo, pero me falló en ella lo mismo que me falló en La red púrpura: todo es demasiado fácil. La investigación va sobre raíles, una cosa lleva a otra, cada pista lleva a un descubrimiento, cada interrogado tiene una clave decisiva. En ningún momento llegas a caminos sin salida ni a pistas falsas ni a sospechosos equivocados. No puedes dejar de leer porque la investigación es una trenza sin flecos sueltos que te lleva hasta el final
Y así, yo lo lamento, pero no siento nada. No me angustié, no sufrí, no me transmitió esa ansiedad de los compañeros de Chesca porque nunca tuve la impresión de que no fueran a ninguna parte o que estuvieran perdidos. Más aún cuando nosotros como lectores sabemos en todo momento qué le ha ocurrido, dónde está y con quién. Y más aún cuando el final se ve venir desde la mitad de la investigación.
Pero, entonces, llegamos a la segunda mitad de La nena, y ahí la cosa cambia. La historia se relaja (no se detiene, ojo, esto no ha terminado), pero se relaja, de repente hay tiempo para pensar, para asustarse, para sentir. Y, por fin, los personajes aparecen como humanos, perdidos, confusos, asustados… Todo el elenco de sentimientos que había echado de menos antes porque no había tiempo.
Y esta mitad de La nena, esta sí, es redonda. Maravillosa. Esta sí cumplió con creces mis expectativas.
Además hay otra cosa que quiero recalcar, y es algo que ya me gustó en La red púrpura: la autora de La nena no se corta un pelo a la hora de reflejar las escenas más escabrosas. Estoy harta de novelas que te insinúan que está pasando algo horrible, pero no tienen el valor de mostrarlo. Carmen Mola lo muestra y no le tiembla el pulso. Y creo que este tipo de novelas, y las suyas, más, lo necesitan. Si la sangre salpica, salpica. Es lo que hay. Si hubo un detalle de la novela que me pareció cobarde y que no puedo explicar porque sería un spoiler muy gordo, esto lo compensa. Con creces.
La trama
Regresamos al grupo de la BAC meses después de que la inspectora Elena Blanco lo haya abandonado y se haya marchado a vivir su vida. En su ausencia, y con la esperanza de que algún día regrese, es Chesca quien ocupa su lugar, en el trabajo y en el corazón de Zárate.
Pero la relación entre ellos dos no va tan bien como debería y una noche, después de que él la deje tirada, Chesca conoce a un hombre del que se prenda como si le hubieran plantado delante a Mister Universo y se va con él a su casa. Mala idea.
Malísima.
Cuando despierta, Chesca está en un lugar desconocido, desnuda y atada a una cama. La han violado y a su alrededor percibe un nauseabundo olor a cerdo.
El grupo de la BAC en peso se vuelca en encontrarla, pero a medida que profundizan en la vida de una compañera a la que no conocían tanto como pensaban, el papel de víctima de un secuestro parece menos probable. ¿Y si Chesca se ha marchado para llevar a cabo su propia venganza?
Los personajes
Lo bueno de leer la tercera entrega de una saga es que ya conoces a los personajes, de modo que quizá no hay que adentrarse tanto en descripciones de personalidad y por qué hacen lo que haces, pues el lector ya sabe lo que va a encontrar.
En La nena encontramos al mismo grupo de siempre:
- Zárate: Dolido por la marcha de Elena, trató de encontrar en Chesca a su sustituta, pero el hecho de que no funcionara hace que su desaparición pese sobre él como una losa de culpabilidad. ¿Podría haber hecho algo para evitar lo que ha ocurrido?
- Mariajo y Buendía: Los más mayores del grupo, la hacker y el forense. Una vez más, de los que menos se habla, pero que ayudan a formar una idea de conjunto. Un punto de locura, ella, y de sensatez, él, en un departamento alterado.
- Orduño: Con Elena fuera y Chesca desaparecida, es a él a quien le toca llevar el peso de la investigación y, con ella, aguantar a la recién llegada.
Porque hay una recién llegada:
- Reyes: La sobrina de Rentero entra en la BAC con el peso de su apellido por delante y con una extraña etiqueta que cuelga sobre su aspecto y su personalidad. Gender fluid. Unos días se siente y viste como una mujer. Otros días, como un hombre. ¿Entenderán esto sus nuevos compañeros? ¿Y cómo se integrará ella en un departamento que está en mitad de una situación desesperada como esta?
Y, sobre todos los demás, revolotea aún Elena.
- Elena Blanco está de vuelta en Madrid, pero ya no es la que era, se ha alejado de la policía y se dedica a presidir una fundación que recauda fondos para los más necesitados. Una labor encomiable, sin duda, que no la llena ni la mitad de lo que lo hacía su antiguo trabajo. Por eso, y porque una de sus pocas amigas y compañeras ha desaparecido, Elena se une a la investigación. Y, por suerte, lo hace mejor que en La red púrpura. Está centrada, sabe lo que hace y es capaz de pensar y atar cabos como en los mejores momentos de La novia gitana. Bienvenida de vuelta
Al otro lado están los villanos. Hombres, una familia disfuncional por decirlo de alguna manera, criados entre cerdos y convertidos en cerdos, ellos mismos. Lo suyo no es crueldad ni sadismo, es absoluta demencia.
En resumen: La nena (Elena Blanco 03)
La nena (Elena Blanco 03) mantiene la línea de sus predecesoras, un caso extremo y una investigación a toda velocidad.
Después del bajón que supuso La red púrpura, por la locura que invadió a su protagonista y una investigación sin ningún sentido, en La nena, tanto Elena Blanco como sus compañeros vuelven a poner los pies en la tierra y resultan coherentes y creíbles, muy creíbles.
Desgraciadamente, también resultan muy creíbles los villanos de la historia, que llegan a poner los pelos de punta en ocasiones. Solo te digo que unas horas después de terminar de leerlo, escuché en el telediario una noticia sobre Cuenca y me incomodó. Mucho. Eso es que algo está bien hecho en La nena.
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Un abrazo, y felices lecturas.