Cada escritor te dará su propia versión de lo que te voy a contar. No es que mienta yo ni que lo hagan ellos, es que, para cada uno, el proceso de escribir es diferente. Unos revisamos mucho (muchísimo) y otros poco o incluso nada, unos tienen una confianza que yo envidio y otros dudamos con cada coma que añadimos para acabar quitándola después. Unos se llevan las manos a la cabeza con el primer borrador para ir dando saltos de alegría con las siguientes revisiones, y otros creen haber escrito un borrador perfecto para acabar descubriendo, a cada revisión, lo equivocados que estaban.
Si hace un tiempo te hablaba de la montaña rusa que supone ser un escritor, hoy quiero plasmar el proceso de escritura de una novela en mi diagrama particular:
La escritura del borrador
El comienzo siempre resulta inquietante, se mezcla la ilusión de un nuevo proyecto, de plasmar en palabras una idea que puede llevar meses en mi cabeza, con el vértigo de iniciar una carrera de dos años (mínimo) entre nuevos personajes, situaciones, dudas, inseguridades, miedos…
Pero te pones a ello y escribes a bandazos, entre capítulos que prácticamente se escriben solos y te dejan una sonrisa orgullosa en la boca y otros que parecen no tener sentido ni lógica alguna. No sabes de dónde vienes, a dónde vas ni por qué estás en el camino, y al final terminas como quien acelera contra un muro, que sea lo que Dios quiera.
Las sucesivas revisiones
Dejas pasar un mes, por lo menos, aunque en mi caso suele ser más porque necesito olvidar la historia para volver enfrentarme a ella como si fuera la primera vez, y, sobre todo, necesito olvidar la parte emocional del proceso, qué capítulos me gustó escribir y cuáles no, y por qué no o por qué sí.
La idea es comenzar a revisar lo más limpia posible de influencias.
Y entonces, no falla, comienzo y resulta que la historia es mejor de lo que recordaba. Mi cabeza tiende a quedarse con lo malo, y en ese momento estoy convencida de que escribí una basura, ¡pero no! O… espera… sí, es una basura. Eso no está bien, ni eso, ni eso, ni eso… ¡Eso sí! Este capítulo/giro/escena está muy bien. Menos mal. Aunque… Caída libre. ¿Qué es este horror? ¿Yo escribí esto?
Meses, o un año o más, en este plan, dudando de lo que has escrito y de cada palabra que añades o borras para arreglarlo. Alguien me dijo una vez que los escritores escriben porque les divierte.
Los detalles
La trama está cerrada, arreglada y corregida veinte veces; los personajes hacen lo que yo quiero que hagan y la historia va a donde yo he querido llevarla. Se acabó el tiempo de los grandes cambios, esta es una última corrección a instinto básico, es decir, corrijo esta frase, corrijo esta palabra… ¿por qué? Ni idea, porque me suena mejor así, por instinto.
Los últimos retoques
Los últimos retoques me sirven para reconciliarme con el texto. En este momento viajo del “no está mal” al “está peor”, pero los altibajos no son tan pronunciados como en las etapas anteriores, porque ya no analizo la escritura del texto con la misma exigencia que entonces. Eso se acabó. Ahora me limito a buscar errores ortotipográficos: comas mal puestas, mayúsculas equivocadas y flecos de ese tipo.
Por desgracia, aquí comienza a hacerse patente el miedo a la meta. Se acaba el proceso, llevo casi dos años en este barco y ya va siendo hora de atracar en puerto, bajar a tierra y dejarlo atrás. O, sin metáforas cursis, publicar y dejar que vosotros lo leáis y deis vuestra opinión.
La publicación
Ha llegado el momento, ya no hay marcha atrás. Y solo queda esa sensación mientras asomo el pie por encima del abismo al que me dispongo a saltar: “Que sea lo que Dios quiera”
Y todo esto, ¿vale la pena?
Que nadie me malinterprete, no me quejo. Todo este proceso que relato aquí y no deja de ser un sufrimiento lo es porque yo quiero. “Sarna con gusto”, que dicen mi madre y Pérez Gellida. Si no quisiera escribir, sería tan sencillo como no hacerlo. (¿O no sería tan sencillo?). El caso es que si escribo es porque quiero, y si aguanto esta montaña rusa es porque quiero y si quiero es porque, pese al sufrimiento que te he contado más arriba, sí vale la pena. No imagino vivir sin hacerlo.
Masoquista, que es una 😉
2 Comentarios
Hola, Arantxa. Mi necesidad básica sin la que no puedo vivir es la lectura, así que, mira por dónde, tu necesidad se convierte luego en la mía. Y reconozco que lo mío ya es patológico, porque hay días en los que tengo la vista cansadísima por el trabajo (muchas horas en el ordenador) y a pesar de eso, si cometo la imprudencia de mirar de soslayo la novela que llevo leyendo, la agarro y termino de destrozármela, jjjj! Es lo que tienen las drogas duras, jajaja!
Muchas gracias por escribir, eres una genia!
Un abrazo!
Luciano.
Ay, Luciano, qué identificada me siento con eso que dices.
No imaginas la de veces que tengo los ojos destrozados y, aun así, me pongo a leer sin poder evitarlo. Tienes razón, es una droga dura jjjjj
Un abrazo grande, y que siga habiendo adictos como nosotros 😀