Ocurrió un 5 de agosto, seguro que todos lo oísteis, pues los telediarios saltaron en seguida como si a alguno de ellos le importara. Toni Morrison había fallecido. La primera mujer afroamericana en ganar un Nobel. Y la única. Una de las dos personas de etnia negra que lo han ganado. Y una de las 15 mujeres frente a 99 hombres. ¿Y sabes qué? Que me da igual. Los premios son lo que son y no voy a entrar en la controversia sobre la justicia de quien los otorga o quien los recibe. No. No me importa. Ni el Nobel ni el Pullitzer ni, en absoluto, la medalla de la Libertad que le entregó el presidente Obama en nombre del gobierno americano y que salió en todos los telediarios.
Me da igual.
Porque Toni Morrison era mucho más. Era magia.
Había nacido en Ohio, en 1931, mala época para una niña de color en un país racista en medio de la Gran Depresión. Su nombre real era Chloe Ardelia Wofford, era hija de un obrero del acero y una ama de casa en una familia con cuatro hermanos. Pocos recursos. Poco futuro a un paso de la Segunda Guerra Mundial.
Se crió escuchando las historias que le contaba su abuela sobre las supersticiones de sus antepasados y la historia que nadie contaba sobre Estados Unidos. La esclavitud. La realidad de sus orígenes.
Logró estudiar en la Universidad Howard, de Washington, y allí se hizo llamar Toni, por el segundo nombre con que fue bautizada a los 12 años: Chloe Anthony. Se graduó en Filología Inglesa en 1953 y se casó en el 58. No fue hasta su divorcio en 1964, cuando se queda al cargo de sus dos hijos, que comenzó a trabajar para la editorial Random House en la ciudad de Siracusa. Unos años después ya era editora del sello y pudo trasladarse a Nueva York.
Durante todo este tiempo, rascando horas de sueño, de ocio y de todo lugar del que pudiera, se dedicó a escribir la que sería su primera novela, Ojos azules, que publicó en 1970 con el nombre de Toni Morrison. Esta novela ya sentaba las bases de su literatura, la historia de una niña afroamericana que, debido a la presión social y a los estereotipos de raza con los que se cría, sueña con tener los ojos azules.
Fue la primera de muchas. Sus historias fueron una luz para una sociedad abatida por la injusticia y el dolor del que nadie quiere hablar con profundidad porque da miedo, pánico. Leer sus novelas es enfrentarse a la realidad más oscura del ser humano. Lo que podemos llegar a ser, lo que podemos llegar a hacer. El odio, el desprecio, la crueldad, el sadismo. Y en el fondo, muy en el fondo, el amor incondicional, el sacrificio, la entrega, la familia y las raíces como ancla para no perder la cabeza o, precisamente, para perderla como único modo de sobrevivir.
No hay que tener miedo de mirar al pasado porque solo así se sabe quiénes somos. Si uno no reconoce su propio pasado, ¿de dónde va a sacar sus valores?
Quizás rememorando la voz de su abuela, sus novelas mezclaban esa parte terrible de realidad a la que no se debe dar la espalda con las viejas supersticiones, tradiciones, ritos… Magia. Magia, de nuevo porque su prosa era magia. Reflejar tanto dolor con las palabras más hermosas, la perfección en las frases, los sonidos, el ritmo. Leerla es como escuchar una historia a la luz de una fogata. Es enjuagarte las lágrimas y, al mismo tiempo, sonreír. Y, al mismo tiempo, echar una mirada hacia atrás por encima del hombro, porque no olvidemos que la REALIDAD (sí, en mayúsculas) que Morrison refleja da mucho miedo. Ríete de Stephen King y cualquier otro autor de terror.
Las novelas de Toni Morrison que deberías leer (es decir, todas)
- Ojos azules (1970)
- Sula (1973)
- La canción de Salomón (1977, premiada con el National Book Critics Circle Award en 1978)
- La isla de los caballeros (1981)
- Beloved (1987, que obtuvo el Premio Pulitzer en 1988). Puedes leer mi reseña aquí
- Jazz (1992)
- Paraíso (1997)
- Amor (2003)
- Una bendición (2008)
- Volver (2012)
- La noche de los niños (2016)