Desde que empecé a escribir novela criminal de manera más o menos seria, me percaté de que me ocurría un hecho dramático cada vez que veía una película de género negro o criminal, o incluso de otros géneros. En el 80 % de las veces, sé lo que va a ocurrir mucho antes de que ocurra. Tanto que he aprendido a mantener la boca cerrada para no arruinar la experiencia de quien esté a mi lado en el sofá.
¿Te ha ocurrido alguna vez?
Esto sucede porque, al igual que en la magia, conocer el truco en la novela criminal te roba la ilusión del efecto. Ves la preparación y ya sabes hacia dónde se dirige y cómo va a acabar.
En el género criminal, ya sea novela o cine, hay 7 elementos, leyes sí escritas, pues demasiado se han escrito, que no fallan.
Y no estoy hablando de los típicos clichés que abundan sobre las mujeres en la novela criminal, el policía tonto o el detective alcohólico.
Hablo de otro tipo de cosas.
Y como soy así de malvada, voy a compartir contigo estos trucos que, convertidos en cliché, te arruinarán el final de la mitad de las películas y novelas.
Mis perdones.
Las 7 leyes (sí) escritas de la novela criminal
- Si desde los primeros capítulos te están vendiendo lo maravilloso que es un personaje, buena gente, fantástico, simpático, entrañable y contrapunto ideal para el protagonista huraño y cínico, ese personaje va a morir.
Si el personaje en cuestión es una figura paterna, sabio y consejero, morirá al principio, como desencadenante de la historia.
Si el personaje es la pareja en un matrimonio consolidado, llevan años felices y desayunan juntos todas las mañanas en una mesa que parece el buffet de un hotel mientras los pájaros cantan por la ventana, también morirá al principio de la historia, pero de una manera horrible y traumática.
Si el personaje es el amor idílico del protagonista, flamante novia o esposa futura o reciente y parece que todo saldrá bien y estarán juntos y será el refugio del vencedor, entonces morirá en las últimas páginas. Zasca. No hay refugio para los protagonistas de la novela criminal.
- Si el autor insiste mucho, pero mucho mucho mucho, en que un personaje es culpable del delito del que lo acusan, es inocente.
Desconfía de quien quiera llevarte en una dirección por raíles. Está intentando que no veas lo que hay a los lados.
- Si un personaje tiene un arma, va a utilizarla.
Ya lo dijo Chejov, a finales del s. XIX:
“Si dijiste en el primer capítulo que había un rifle colgado en la pared, en el segundo o tercero este debe ser descolgado inevitablemente. Si no va a ser disparado, no debería haber sido puesto ahí”.
El problema es que algunos autores de novela criminal se han tomado esa frase al pie de la letra, y sienten esa necesidad obsesiva de que el lector sepa que hay un rifle en la pared, y gastan siete escenas mostrando al personaje con el arma en cuestión. La mira, la limpia, la coge, la guarda, la vuelve a sacar… Escenas que no vienen a cuento y que, en la mayoría de ocasiones, no pegan ni con cola con el carácter de ese personaje.
No importa, ya te has enterado de que tiene un arma, y por improbable que parezca, ese personaje va a acabar matando al malo. Porque tiene un arma.
- Si el protagonista está enamorado de una mujer a la que no puede tener, ella estará casada con el villano de la historia o, por lo menos, con un personaje detestable.
Nada de estar casada con un buen hombre que la trata bien, guapo, inteligente y encantador. No. Si ella no está con el protagonista, está con un maltratador, asesino, mujeriego, narcotraficante, putero y borracho.
Y ni decir tiene que ella jamás estará soltera porque el protagonista, simplemente, no le llama la atención. ¡Cómo no lo va a amar con todas sus ganas! Con lo guapo y heroico que es.
Por supuesto, no tengo ni que decirlo, al final, el bueno elimina al malo de la ecuación y el héroe y la chica son felices y comen perdices.
- Si esta es tu última misión antes de jubilarte, vas a morir.
Se da con mayor frecuencia en el caso de los policías o detectives, pero también lo he visto en los criminales de buen corazón (los de mal corazón no se jubilan).
Si este es tu último caso o el último atraco o el último lo que sea, antes de jubilarte y retirarte para siempre, vas a morir. No es país para viejos, decía la película, y la novela criminal no es para jubilados, digo yo.
Y añado, cuanto más feliz te las veas en tu jubilación, más cruenta va a ser tu muerte. ¿Que no tienes ningún plan más que pasar la vejez ante la tele? Morirás rápido y tranquilo. ¿Que pensabas comprar, o mejor, acabas de comprar un barquito con el que viajar alrededor del mundo con tu señora esposa y tus nietos? Estás jodido. Van a esparcir tus vísceras por todo el barrio.
- El interrogado siempre sabe donde estuvo una noche concreta de hace seis años y recuerda ese detalle imprescindible para la resolución del caso.
De verdad, yo tengo que pararme a pensar qué hice la semana pasada, y en la novela criminal, todos los personajes saben dónde estuvieron a una hora concreta de un día concreto de hace mil años. ¡Qué envidia!
Y no solo eso, el interrogado recuerda perfectamente que aquella noche de hace seis años se cruzó con un hombre con una gabardina beige y que se fijó porque la gabardina era igualita a la que llevaba su abuelo cuando él era un crío en el pueblo y que, ¡oye! es justo la gabardina que llevaba el sospechoso cuando el policía se lo encontró en un bar una hora antes de los hechos. ¡Bingo! Ya tenemos al sospechoso en el lugar del crimen a la hora indicada. Perfecto.
- A la primera pregunta, el adlátere del villano (o el villano mismo) confesará hasta el primer sueño húmedo.
No te puedes fiar de nadie, si es que ya lo sabía yo. Tú eres un villano de categoría, de los que ganan pasta matando gente o traficando en las altas esferas, y tienes tu grupo de adláteres porque el psiquiatra te ha dicho que tienes que aprender a delegar. Pues mal. En cuanto la policía pille a este tipejo y le haga dos preguntas en una sala de interrogatorios que ríete tú de Le Corbusier, va a confesarlo todo. Pero todo, todo.
— ¿Se apellida usted Gómez?
— Es verdad. Yo lo vi todo. Mi jefe lo mató, con un cuchillo, en el comedor.
Pero hombre…
Si el villano de nuestra novela criminal no es de los profesionales, sino un villano de tres al cuarto, de mucha sangre fría y tal, pero poca experiencia, no necesitará que ningún adlátere confiese por él. Ya se encargara de hacerlo solito. Dos preguntas y te contará hasta la ropa interior que llevaba la víctima.
Qué gusto debe dar ser policía en este mundillo.
En resumen, que la novela criminal, aún más en las adaptaciones de libros al cine, está plagada de clichés, y en cuanto te fijas un poco, ya sabes cómo va a acabar una historia. Lo que no hace ninguna gracia.
Sin embargo, los clichés no siempre son malos. Al fin y al cabo, han acabado convirtiéndose en clichés porque funcionan, y hay miles de novelas que recurren a ellos y no por eso son peores novelas.
Un buen escritor sabrá recurrir a un cliché sin que el lector se dé cuenta o sin que le moleste su existencia. De hecho, un buen escritor sabrá convertir ese cliché en algo nuevo que incluso llegue a sorprender al lector.
Así que, ¿qué os parecen los clichés? ¿Cuáles son los que más os molestan y cuáles os gustan aunque ya los conozcáis?
Un abrazo, y felices lecturas.