La novela criminal, y por criminal me refiero a cualquiera de los 2 millones de subtipos que se añaden a esa etiqueta cada semana (que bien nos gusta etiquetar, ¿eh?), sigue unas reglas. Cada uno de esos subtipos deben atenerse a unas normas que son las que hacen que el género sea lo que es.
Seguro que si te paras a pensarlo sabes cuáles son esas reglas, pero para evitarte el pensar, que es muy cansado, te las he resumido en estas 10 frases extraídas de otras tantas novelas del género criminal.
¿Las repasamos?
10 frases. 10 novelas criminales
EL HÉROE
“La gente de al lado no tenía ni idea. Pero es que la mayoría de la gente no tiene ni idea”. Los inocentes, de David Baldacci.
Básico, necesitamos a un héroe. Y no me refiero a que sea el bueno, puede ser malo, pero todo el mundo es el héroe de su propia historia y toda novela criminal necesita a un héroe, antihéroe o malvado que sea su protagonista.
En Los inocentes, el héroe es Will Robie, un asesino a sueldo de la CIA que, de repente, sospecha que hay algo extraño en la última misión que le han encomendado y, por primera vez en su carrera, se atreve a desobedecer. Puedes leer la reseña, aquí
EL ENEMIGO
“Todo el mundo necesita a alguien a quien odiar”. Un trago antes de la guerra, de Dennis Lehane
Y casi más importante aún que el héroe o protagonista, es su enemigo. Más grande, más pequeño, más listo (preferiblemente) o más tonto. Más o menos peligroso. Si no tenemos un enemigo, mal vamos. La vida puede ser muy dura y muy cabrona, pero utilizarla como antagonista no resulta muy útil en una novela criminal. Ella siempre gana.
En Un trago antes de la guerra, una pareja de detectives recibe un encargo en apariencia sencillo, encontrar a una mujer que ha robado unos papeles importantes del despacho de un político. Sin embargo, los detectives descubrirán que no es tan simple como se lo han vendido, y que van a tener que enfrentarse a un poderoso enemigo. Tienes mi reseña, aquí.
LAS MOTIVACIONES
“Soy una mujer que hace lo que tiene que hacer. Soy la mujer en la que me habéis convertido”. Salvajes, de Don Winslow
¿De dónde sale el malvado? Y ya puestos, ¿de dónde sale el bueno? Ambos deben serlo por alguna razón. Un villano porque sí que quiere dominar el mundo es perfecto para unos dibujos animados, pero no para una novela. ¿De dónde viene y a dónde va? Y lo mismo para el héroe, debe tener alguna motivación para enfrentarse a los peligros que va a encontrar.
En esta genial novela de Don Winslow, Salvajes, los héroes (por llamarlos así) son un grupo de tres amigos que cultivan la mejor marihuana del mundo y disfrutan de la vida felices y despreocupados. Los villanos, por su parte, son toda una organización de narcotraficantes, el cártel de Baja, que no están dispuestos a admitir competencia.
EL COMPAÑERO/A
“Ganarse la confianza de Al «el gruñón» significaba tener siempre un asiento reservado bajo su techo. Y todo perro callejero necesita un lugar para dormir, así que ¿por qué no ir a donde no será pateado?”. Inmortal, de Trinidad Giachino
Si nuestro protagonista está solo, las lleva canutas. Todos necesitamos ayuda en la vida, y los protagonistas de la novela criminal, casi más que nadie, para lo bueno o para lo malo. Ya sea una pareja sentimental, un mejor amigo graciosillo, un compañero de trabajo o el vecino del quinto. El compañero fiel no puede faltar.
En Inmortal, una novela que se autodenomina sobrenatural y no lo es tanto, encontramos a un detective privado al que contrata un aristócrata inglés para que averigüe por qué no puede morir. Así, tal cual, el hombre lo ha intentado de mil maneras, y no puede. El detective se rodeará de una forense y varios colaboradores para sumergirse en un caso que lo llevará de un misterio a otro.
EL TRAUMA DEL PASADO
“Llevaba el pasado atado como una lata a la cola de un gato, y hasta el menor de los esfuerzos que pudiera hacer por avanzar producía un ensordecedor estrépito a su espalda, un estruendo vergonzoso”. El otro nombre de Laura, de Benjamin Black
Raro es el personaje principal que no carga un trauma a cuestas. Da igual el que sea, la muerte de sus padres, su pareja, un hijo, un hecho traumático que ahoga en alcohol o algún otro vicio más o menos confesable y, por supuesto, en la resolución del problema que tenga entre manos. Porque si todo va bien en tu vida, ¿a quién le apetece arriesgarse a que le metan dos tiros por cazar al malo?
La saga del doctor Quirke a la que pertenece esta novela narra la historia de un médico forense en el Dublín de mediados del S. XX con todos los traumas que se te ocurran y que no voy a contarte por no destripar los secretos que se nos van revelando a lo largo de los libros. Sí te diré que narra de manera oscura y triste la supervivencia de este hombre en su día a día y los misteriosos casos que llegan a sus manos y que, en compañía de un detective de la policía, se dedica a resolver.
LEYES A MÍ
“La ley es un instrumento espléndido. Solo que por esta vez, la ley soy yo”. Yo, el jurado, de Mickey Spillane
Siempre vamos a tener que saltarnos la ley si queremos resolver el misterio. O esquivarla o dar un rodeo o mirar para otro lado. Incluso en las novelas protagonizadas por policías y leales agentes de la ley, encontramos a estos teniendo que enfrentarse al dilema de ajustarse a esta o saltársela ligeramente (o a lo bestia) Y, casi siempre, la segunda opción triunfa. Si los malos no juegan según las reglas, nosotros tampoco. ¿Verdad?
La novela Yo, el jurado es la primera de la saga del detective privado Mike Hammer, un personaje con todo lo peor del ser humano, pero que se convierte en protagonista heroico al pretender vengar la muerte de su mejor amigo a manos de una banda de hampones que se dedican a la trata de blancas en los años 40.
LAS ARMAS
“Este tío es algo realmente serio. Lo sé porque yo estoy sosteniendo una .44 con ocho balas y él una revista, y el que está acojonado soy yo”. Cicatriz, de Juan Gómez-Jurado
Vamos a ver, si no aparecen armas (de cualquier tipo, pistolas, cuchillos, espadas láser, tanques rusos…), no es una novela negra. Porque poco miedo va a dar el malo si la mayor amenaza es meterte dos bofetadas. Digo, yo. Los buenos, los malos o ambos deben llevar armas y, almenos alguno de ellos, debe saber usarlas.
En Cicatriz, de Juan Gómez-Jurado, nada indica que el protagonista vaya a entrar en contacto con las armas en su vida. Joven, a punto de vender un algoritmo de su invención a una gran empresa por una millonada, y acaba de conocer en una web de citas a una mujer de la que se enamora perdidamente. Es el secreto que ella luce en la cara a modo de cicatriz lo que lo acercará a esa violencia que él desconoce.
LAS TRAMPAS DE LA HISTORIA
“Cuando las piezas encajan demasiado bien es que alguien está poniendo masilla”. Sarna con gusto, de César Pérez Gellida
Los testigos se equivocan, los culpables mienten, los inocentes pueden no serlo tanto… La misión debe estar plagada de trampas, y si crees que vas correctamente en una dirección, ya te aviso, te equivocas.
César Pérez Gellida es un maestro es confundir al lector. En esta novela, la primera de la saga ‘Refranes, canciones y rastros de sangre‘, el secuestro de una adolescente devolverá al inspector Ramiro Sancho de golpe a la realidad después de su obsesiva caza del asesino Augusto Ledesma.
EL DESCUBRIMIENTO
“Lo importante no es la caída, porque la caída es inevitable. Lo importante es saber levantarse. Y nos levantaremos”. La verdad sobre el caso Harry Quebert, de Joel Dicquer
El momento de la verdad, el instante en el que todo parece perdido. ¿Está nuestro protagonista abocado al fracaso? A no ser que estés leyendo a George R.R. Martin, es poco probable. En un instante, ya sea por casualidad o gracias a las vivencias que ha tenido nuestro protagonista hasta el momento, llega el descubrimiento. Ya sabe quién es el malo, dónde está, cómo vencerlo… ¿O no?
No es ‘La verdad sobre el caso Harry Quebert’ una novela que me volviera loca, pero soy de las únicas personas que no la adora, así que supongo que merece más que de sobra considerarse un ejemplo de novela negra. En ella, la desaparición de una adolescente en los años 70 cobra repentina actualidad treinta años después cuando el maestro y amigo del protagonista es acusado de haberla asesinado al encontrarse el cadáver en su jardín.
EL RITMO
“La cárcel está llena de gente que en su momento se relajó”. Quien pierde paga, de Stephen King
El ritmo no puede parar. Se permite tomar un respiro, cortito y, a ser posible, con alcohol y buena compañía, pero nada más. A correr, chaval, que el tiempo va en tu contra. Eso no significa que toda novela deba parecer un thriller, en absoluto, hay grandísimas novelas negras a un ritmo pausado que, sin embargo, no te permiten detenerte a oler las flores. Hay una misión y hay que cumplirla, las largas descripciones sobre la meteorología y el color de las hojas de los árboles, mejor para otros géneros.
Stephen King es el maestro del terror, así lo conocemos todos, pero con esta trilogía se adentró en el género negro sin perder su maestría en el dibujo de los personajes. El protagonista, en esta ocasión, es el detective Bill Hodges. A través de tres novelas lo veremos enfrentarse a diferentes casos, cada uno más extraordinario que el anterior: un loco que, al volante de un enorme Mercedes, se lleva por delante a una veintena de personas a la puerta de una feria; un ladrón que, tras treinta años en la cárcel descubre que le han robado el botín con el que pensaba costearse la jubilación, y un asesino que, pese a estar en estado vegetativo, parece capaz de influir en la gente de la manera más malvada.